LA REVOLUCION DEMOCRATICA DE LOS BOLIVIANOS
Morales AIMA, recurriendo a sus ancestros aymaras, adoptó la liturgia del Tiwanacu para ser investido con la máxima autoridad por las comunidades indígenas. Trajo al presente el antiguo imperio sacerdotal para revestir su poder de una mitra milenaria, reviviendo por unos instantes la grandeza dormida del pasado precolombino.
El gesto indica que se está haciendo la historia de Bolivia no desde la independencia, sino del pasado imperial andino. El MAS –dice García Linero– se ve a si mismo como una vía organizada en torno a un movimiento político con preponderancia indígena, y se postula como una izquierda democrática y viable, aunque con un importante sesgo antiglobalización.
La vía del eterno retorno -esa frase de la antigüedad que reconocía los rasgos del pasado en el presente- está en auge en la Bolivia de hoy. Hasta Marx pensaba que la historia se repetía dos veces y porqué no han de creerlo los socialistas altiplánicos, aunque ellos prefieran leer a Gramsci.
Morales se ha caracterizado como un líder personalista, imprevisible y radical en su carrera hacia la Presidencia, y su aplastante triunfo pone a fin a una época de inestabilidad política. Una verdadera revolución democrática pro – indigenista que implica una proyección continental de la misma. En La Paz, la nueva clase dirigente ya habla del “modelo boliviano” para Ecuador, Guatemala y México, donde las poblaciones indígenas son proporcionalmente numerosas.
Para consolidar lo alcanzado, el MAS buscará ganar dentro de seis meses la Asamblea Constituyente, el organismo que definirá un nuevo modelo de Estado para este país. Así, se pretende refundar Bolivia de acuerdo a su pasado indígena, aunque con ello el nuevo Estado nazca con un marcado sello corporativista. García Linero ha justificado el corporativismo, distinguiendo uno autoritario, como el fascista y otro democrático en la representación que tendrán los pueblos indígenas como reparación histórica por la exclusión social y la discriminación que han sufrido hasta ahora.
La Asamblea Constituyente dará vida a un nuevo Estado que ocupará el centro de la escena política y económica del país. Y para que no quede duda de ello, buscará inmediatamente la recuperación absoluta de los recursos hidrocarburiferos y su explotación a través de una nueva política energética. Lo de Morales es la promesa de una resolución pactada en la lucha por el poder. El mismo es el centro de un núcleo articulador de nuevas realidades políticas, y busca edificar una hegemonía gramsciana del interés nacional boliviano, constituida por las comunidades indígenas, los movimientos regionalistas y sectores empresariales.
En relación a Chile, la izquierda boliviana volverá a la política de gas por mar. Podrá ser una política equivocada pero ha sido persistente, y su principal debilidad consiste en estar basada en un intercambio de bienes de distinta naturaleza.
Y sea cual sea la resultante del nuevo Estado boliviano, la aspiración de una salida soberana al Océano Pacífico seguirá siendo la piedra angular en su relación con Chile. La visita del Presidente Lagos al cambio de gobierno ha sido una oportunidad para que Morales retribuya el gesto con Bachelet.
Hay esperanzas en una agenda sin exclusiones, como llaman al formato de la relación bilateral, y más si Morales reestablece las relaciones diplomáticas. Aunque muchas más habría, si Perú estuviese dispuesto a que la salida soberana boliviana corriese por la línea de la Concordia. Henry Saldivar