La tristeza que produce leer sobre el terrorismo de ETA y el vuelco que se ha producido a raíz del atentado en el aeropuerto de Barajas, en Madrid, es profunda. Esta pena no es exagerada, si lenta y deja que la emoción de la pérdida, embargue el estado de ánimo con que miramos probablemente la mayor crisis que se ha vivido el gobierno de Zapatero. La globalización por las víctimas del terrorismo. Dos ciudadanos ecuatorianos, jóvenes, buscando futuro., y que pertenecen a la mayor comunidad de migrantes actualmente en España.
El mensaje del Rey Juan Carlos en la Pascua Militar ha sido definitivo: “Unidos, acabaremos con el terrorismo”. La peculiaridad española en la era post-moderna: la monarquía es la que da la identidad hispana más profunda como pueblo. A un conjunto de comunidades autónomas. Y Zapatero, estupefacto en su punto final, sin aún hacer una declaración definitiva, a la espera del 15 de enero, donde expondrá ante el Congreso.
"Es indudable que la información de que disponía el Gobierno no se correspondía con la voluntad de la banda terrorista ETA y, por lo tanto, hay que reconocer que había un problema de información y de interlocución", ha dicho Blanco. Es para congelarse. Porque si el propio gobierno no logra anticiparse, ni siquiera percibir que las conversaciones no estaban generando condiciones de acercamiento. Casi una encerrona. Completamente desprevenido.
La reacción ciudadana es la “esperanza rota” como le llama Juan Cruz. O lo que dice el poeta Ángel González: "Un desastre que parecía superado. Una vuelta atrás, un retroceso hacia una zona por la que parecía que no íbamos a transitar otra vez. Tuve una sensación de catástrofe. Un problema sin sentido, y el sentimiento de que no se avanza, de que no podemos salir de esto. Nos toca seguir esperando, llegar a una nueva negociación”.
Cómo hacemos para que la fuerza bruta no irrumpa en la vida pública, ni en la privada. Cómo logramos que unos pocos locos fanáticos -en sus distintas versiones en cada civilización- respeten los márgenes democráticos que hemos concordado la mayoría.
En Chile sabemos del terrorismo del fascismo, del terrorismo de Estado, y también de la izquierda extrema. A todos nos horroriza, pero la intolerancia, el dogmatismo, la impaciencia, la angustia ciegan a algunos. La propuesta del poeta español: “Negociar, hablar. Este último acto salvaje no debe excluir esta posibilidad".