miércoles, septiembre 21, 2005

LADRIDOS DE LLORET

Claudio

Ni casa de madera
ni comida como a los perros pijos
ni cariños diarios.
Así que integro la manada
que se echa a pasar los días soleados
al lado del negocio de Pacheco.
Algunos se lanzan enloquecidos
a morder las ruedas de los automóviles
que pasan por la carretera hace poco asfaltada.
Pero prefiero recorrer el barrio de casas de madera
y así logré que en una me encontraran simpático
y me dieran de comer un par de veces a la semana
aparte de lo que caía donde Pacheco.
Es la casa de la anciana Antonia
a la que acompaño a caminar
por el borde costero,
a comprar pescado en la caleta
y en invierno me deja entrar
a su casa, al lado de la chimenea
mientras ella ve teleseries brasileñas.

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